domingo, 9 de septiembre de 2012


LAS AGUADORAS

 

Hasta 1972 no comenzaron las obras de acometida del agua corriente en las casas particulares, hasta ese momento, había que desplazarse a los diferentes pilares, grifos y fuentes a por ella.
No tener agua corriente obligaba a realizar el pesado trabajo de su  transporte, convirtiéndose en una obligación diaria. Todas las mujeres realizaban esta tarea varias veces al día, ya fuera el ama de casa o  sirvienta, provistas de cántaros de barro o de hojalata, más tarde, garrafas de plástico.

 A cualquier hora del día en las calles siempre había un continuo deambular de mujeres acarreando agua. Algunas, como equilibristas de circo, llevaban un rodete de tela en la cabeza para transportar los cantaros y así hacerle más fácil la carga. Otras lo llevaban al cuadril, y si el desplazamiento era mayor, se utilizaban burros como animales de carga.

 En verano, antes de la madrugada, cuando aún no había salido el sol, ya se escuchaban los pasos y murmullos de las  mujeres por las calles. Cuando apretaba el estío había que pasar la noche esperando el turno para el llenado de cántaros y garrafas. Y cuando el pilar de “las monjas” y el grifo echaban un hilito de agua, obligaban a marchar hasta el depósito del agua situado a unos tres kilómetros de la población.

 Los viajes se hacía una y otra vez hasta recolectar en cántaros el agua necesaria el agua necesaria para cocinar,  bañarse y  lo que hiciera falta en sus hogares cada día; sin importar la lluvia, el sol, su trabajo seguía sin quejas, recorriendo varios kilómetros diariamente.
Eran momentos de saludos y charlas donde se “chismorreaban” los pormenores de lo sucedido en la localidad, de disgusto cuando un cántaro se hacía añicos y de risas para todas las demás.

 También estaba la figura de la aguadora como profesión, su trabajo consistía en acarrear agua para las familias pudientes, llevando enormes cántaros de arcilla o de hojalata,  percibiendo la cantidad que hubieran estipulado con sus clientes previamente