martes, 12 de noviembre de 2013


AQUEL FÚTBOL DE ANTAÑO (Parte I)


 

Las primeras fotografías que recogen momentos de la práctica del fútbol en Villagonzalo datan de los últimos años de la década de los ’40. Eran tiempos difíciles, todo el día trabajando en el campo, arando, recolectando aceitunas, uva, algodón..., pero había tal afición al fútbol que no había una tarde donde no se juntaran veintidós mozos para disputar un partido en el ejido, sin otra intención que divertirse.

 Había tres terrenos donde se jugaba, todo al natural, sin allanar, con su inclinación, con sus correspondientes hoyos y “chinatos”. En las decadas ’40 y ‘50, el terreno de juego estaba situado en el terreno cercano a la Cooperativa; y más tarde, en la siguiente década, otro terreno del ejido, donde actualmente se asienta el depósito del agua, y también en la parte de “la Rua”. Todos ellos sin medidas reglamentarias, con porterías señaladas con piedras y, por supuesto, sin vestuarios, agua ... Vestidos y calzados tal y como venían del trabajo, sin ningún tipo de equipación.

 

Aquellos años tener un balón no era fácil, no todo el mundo disponía de uno, pero se hacían de goma y de trapos liados. Y cuando se podía compraban uno de cuero cosido con una vejiga dentro que habitualmente se pinchaba, lo que obligaba a abrirlo poner un parche y volver a coserlo. Esta actividad la realizaba Salvador del Amo de una forma altruista. Cuando llovía el cuero se llenaba de agua y el balón pesaba un “quintal”, y no digamos si había que golpearlo con la cabeza.

 Los partidos “oficiales”, contra algún pueblo vecino, los concertaba el cura del pueblo, Don Manuel Casimiro Sayago, que además ejercía como entrenador entendido de las técnicas futboleras del momento. Más tarde, en los años ’60, este cargo fue desempeñado por Manolo Andujar.
Se disputaban muchos partidos a lo largo del año, nunca faltaban en Navidad y Semana Santa, en la Feria de Abril y en el Cristo, además de todos los días de fiesta señalada y algunos domingos, lloviera, hiciera viento o un sol de justicia.

 

A los  partidos de fuera, si era un pueblo cercano, iban andando, en bicicleta o en caballería. Más tarde se realizaron rifas y, con el dinero obtenido, más alguna aportación por parte de cada jugador, se desplazaban en los taxís de Santiago “el del casino” o en el de Barroso.

Entonces se pintaba con cal el terreno de juego, se utilizaba un balón de cuero, se ponían dos palos de madera, de los utilizados en los tejados, y una soga de atar caballerías, y, a veces, cuando atacaba el equipo contrario, algún aficionado arrimaba los palos para hacerla más pequeña, destensando la soga del larguero. Todos estos gastos eran aportados entre todos los jugadores a escote, pues en la época del rebusco de aceituna y la uva, lograban ahorrar unas “pesetillas”.

 El equipo iba vestido con pantalón corto negro y camisola blanquiroja a imitación de la del Atlhetic de Bilbao, equipo más puntero de España. Luego una equipación similar fue regalada por la empresa de motores de agua ‘PIVA’, cuyo anagrama figuraba en el pecho. Más tarde había una arlequinada con cuadros blancos y verdes comprada por el cura don Antonio .En cuanto al calzado, cada uno el suyo, algunos con alpargatas, otros con zapatillas “TAO” de caña alta, pero siempre intentando ir más o menos vestidos iguales.

 

A los partidos asistía muchísima afición y eran arbitrado por uno cualquiera, la primera parte por un  aficionado local y la segunda parte por uno foráneo; los cuales pitaban a bulto y no utilizar tarjetas no podían amonestar las duras entradas, así que a la mínima se liaba. Además como solamente se alienaban once jugadores, aguantaban todo el partido aunque se lesionaran y estuvieran cojos.
Entre los pueblos vecinos siempre hubo mucha competencia, cuanto más cercano más rivalidad existía, especialmente con La Zarza, donde los partidos echaban chispas, teniendo en cuenta que los equipos, estaban integrados por mozos duros, la mayoría curtidos en trabajos del campo, que jugaban para desahogarse y divertirse.

 Cada década tenía formaciones de jugadores que siempre se repetían, casi todos eran del pueblo aunque también jugaban forasteros que venían a pasar algunas fiestas o temporadas.
Década de los ‘40 y ’50: Quico Romero, Hermene Solís, Quico Cerrato, Lalo Barroso, Juan Rey, Enrique Arranz, Pedro Barrero “remenduco”, Chele García, José “chilino”, Toribio, Pedro María Sánchez “el zapaterino”, Antonio Luis Moreno “el andaluz”, Vicente Lozano, Martín Vivas y José Flores “calleja”.