viernes, 15 de julio de 2011

LECHE EN POLVO


Aquellos vasos de leche en polvo en el Colegio Nacional “Pío XII”

Cuando hasta mediados de los años ´60, en el Colegio Nacional “Pío XII” había escuelas de niños y escuelas de niñas; cuando las niños pasábamos las tardes haciendo trabajos manuales, y las niñas cosiendo y bordando…

Cuando los sábados por las mañanas desfilábamos hasta la plaza de la iglesia y, ante el monumento de la cruz de los caídos, se cantaban himnos patrios: “Cara al sol”, “Montañas nevadas”...

Cuando todo esto sucedía, los Estados Unidos de América para compensar a España por su no inclusión en el Plan Marshall con el que ayudaron en la reconstrucción de una Europa destrozada por la guerra, comenzó a colaborar enviando alimentos para los niños españoles escolarizados, donando cargamentos de porciones de queso y, en especial, muchos bidones llenos de leche en polvo. Alimentos que contribuyeron a redondear el número de calorías necesarias de muchos de nosotros.

El Estado español creó el Servicio Escolar de la Alimentación para el reparto de estos alimentos como complemento alimenticio de los niños y, en aquel colegio en blanco y negro, pobre y desolado, cada mañana, se repetía un ritual:

La señora Vitoria, cocinera y encargada del comedor escolar, ponía a cocer un gran balde agua, cuando estaba en estado de ebullición, dejaba caer las raciones de leche en polvo regaladas por los americanos, que al diluirse en agua tomaba la blancura de la leche, algo de su espesor y un sabor aproximado a la leche de vaca.

En las horas lectivas de la tarde, cada maestro y maestra con sus alumnos hacíamos una estricta fila, con un vaso de aluminio en las manos donde nos vertían una ración de leche tibia, con un sabor definible como “raro” que algunos adulteraban con “Cola Cao o azúcar”, difícil de tragar, pero que en invierno al servirla caliente no caía nada mal.

He de reconocer que no recuerdo haber tomado porciones de queso, me cuentan eran parecidos a las actuales porciones de “El Caserío”, pero de color amarillento, contenido en enormes latas cilíndricas de metal, de donde se iban partiendo en porciones para ser repartidas por las mañanas, a la hora del recreo. El que quisiera comerlo con pan, debía traerlo de su casa.

De todo esto sólo hace más de 40 años...



Francisco Sánchez García. 15 de julio de 2011

1 comentario:

  1. yo recuerdo que un día me tomé varios vasos de leche hasta que vomité.
    Tambien recuerdo el reparto de una especie de galletitas llamadas patitos.

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