AQUEL FÚTBOL DE ANTAÑO (Parte I)
Las primeras
fotografías que recogen momentos de la práctica del fútbol en Villagonzalo
datan de los últimos años de la década de los ’40. Eran tiempos difíciles, todo
el día trabajando en el campo, arando, recolectando aceitunas, uva, algodón...,
pero había tal afición al fútbol que no había una tarde donde no se juntaran
veintidós mozos para disputar un partido en el ejido, sin otra intención que
divertirse.
Aquellos años tener
un balón no era fácil, no todo el mundo disponía de uno, pero se hacían de goma
y de trapos liados. Y cuando se podía compraban uno de cuero cosido con una
vejiga dentro que habitualmente se pinchaba, lo que obligaba a abrirlo poner un
parche y volver a coserlo. Esta actividad la realizaba Salvador del Amo de una
forma altruista. Cuando llovía el cuero se llenaba de agua y el balón pesaba un
“quintal”, y no digamos si había que golpearlo con la cabeza.
A los
partidos de fuera, si era un pueblo cercano, iban andando, en bicicleta o en
caballería. Más tarde se realizaron rifas y, con el dinero obtenido, más alguna
aportación por parte de cada jugador, se desplazaban en los taxís de Santiago
“el del casino” o en el de Barroso.
Entonces se pintaba con cal el terreno de juego, se utilizaba un balón de cuero, se ponían dos palos de madera, de los utilizados en los tejados, y una soga de atar caballerías, y, a veces, cuando atacaba el equipo contrario, algún aficionado arrimaba los palos para hacerla más pequeña, destensando la soga del larguero. Todos estos gastos eran aportados entre todos los jugadores a escote, pues en la época del rebusco de aceituna y la uva, lograban ahorrar unas “pesetillas”.
A los partidos
asistía muchísima afición y eran arbitrado por uno cualquiera, la primera parte
por un aficionado local y la segunda
parte por uno foráneo; los cuales pitaban a bulto y no utilizar tarjetas no
podían amonestar las duras entradas, así que a la mínima se liaba. Además como
solamente se alienaban once jugadores, aguantaban todo el partido aunque se
lesionaran y estuvieran cojos.
Entre los pueblos
vecinos siempre hubo mucha competencia, cuanto más cercano más rivalidad
existía, especialmente con La Zarza, donde los partidos echaban chispas,
teniendo en cuenta que los equipos, estaban integrados por mozos duros, la
mayoría curtidos en trabajos del campo, que jugaban para desahogarse y
divertirse.